¿Puede la tecnología crear una economía centrada en las personas?

Por Marcelo Cabról

Por Marcelo Cabról

Que la naturaleza del trabajo está cambiando no es ningún secreto. De hecho, se ha transformado tantas veces como capítulos tienen los libros de historia: el paso del fordismo a la acumulación flexible, el auge del neoliberalismo y, más recientemente, la amenaza de la automatización a través de la tecnología, especialmente de la inteligencia artificial. Sabemos que esto presenta desafíos para los trabajadores, para quienes el entrenamiento en nuevas habilidades es la prescripción habitual. Pero lo que realmente me quita el sueño, como gerente del Sector Social del Banco Interamericano de Desarrollo, es pensar en cómo podemos ir más allá de una simple reacción al cambio. En lugar de esperar a que pasen los acontecimientos, ¿qué podemos hacer de forma proactiva para anticipar lo que está viniendo y prepararnos para ello? La respuesta parece cada vez más clara: necesitamos centrarnos más en las personas. Dejen que se lo explique brevemente.

El futuro del trabajo va de la mano de la innovación tecnológica. En los próximos años, desaparecerá la separación entre “tecnología” y todo lo demás. Las generaciones más jóvenes (los “nativos digitales”) ya conocen esto y lo viven de forma intuitiva. Pero esto no significa que los humanos serán prescindibles, sino todo lo contrario. Las personas serán aún más necesarias precisamente por aquello que las convierte en personas: la capacidad de empatizar, conectar y trabajar con otras personas (pensemos el significado de la educación en este contexto). En otras palabras, las mismas capacidades que hacen a las personas social y emocionalmente inteligentes pueden ser las que les permitan adaptarse a los rápidos cambios tecnológicos: los nativos digitales aprenden rápido por defecto y se adaptan de forma constante porque esperan que las cosas cambien con rapidez continuamente.
Las mismas capacidades que hacen a las personas social y emocionalmente inteligentes pueden ser las que les permitan adaptarse a los rápidos cambios tecnológicos.

Esta es la paradoja de la innovación tecnológica: cuánto más logra hacer la tecnología, más libertad tenemos para centrarnos en las personas. Pensemos en esto: hasta hace poco, las personas hacían básicamente el trabajo de las máquinas (la recolecta de la cosecha, el pisado de la uva para hacer vino, la costura de ropa, el arado de las tierras, la minería, la explotación forestal, o la recogida y clasificación manual de toneladas de datos). Todo esto mantuvo a las personas enfocadas en tareas rutinarias, mecánicas y a menudo peligrosas, que debían repetir una y otra vez hasta que perdían la capacidad física. A medida que las máquinas van ocupándose de estas tareas, la primera sensación es de miedo, ya que para los trabajadores es difícil reajustarse a nuevas formas de ganarse la vida. La innovación tecnológica, por tanto, puede verse como un desastre (y así puede serlo para aquellos que pierden su trabajo y no logran uno nuevo), pero para la humanidad en su conjunto, en el largo plazo, da libertad a las personas para centrarse en otras cosas que son más seguras, gratificantes y efectivas que nunca.

La innovación tecnológica, en el largo plazo, da libertad a las personas para centrarse en otras cosas que son más seguras, gratificantes y efectivas que nunca.

 

Trabajadores preparados para la nueva economía

Entonces, ¿cómo podemos preparar a los trabajadores para este gran y continuo cambio hacia una economía centrada en las personas? Por supuesto, es necesario reorganizar los sistemas de educación (formales e informales) de forma que preparen a las personas para los trabajos reales que les esperan. Se necesitan inversiones en ciencias computacionales, carreras CTIM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), y planes de estudios en ciencias médicas, sociales y de negocios, que deben complementarse con experiencia en el mundo real mediante sistemas de aprendices, pasantías, trabajos y emprendimiento. A medida que las personas enfrentan el aprendizaje a lo largo de su vida, en el que van acumulando experiencias al pasar de un contexto a otro, su bagaje laboral y educativo, así como las habilidades adquiridas en el pasado, deben ser verificables.

Es necesario reorganizar los sistemas de educación (formales e informales) de forma que preparen a las personas para los trabajos reales que les esperan.

Aquí es donde la tecnología aparece de nuevo: el blockchain puede utilizarse para certificar habilidades, de forma que el trabajador se apropia de ellas y puede compartirlas con quien lo desee. Así, cualquier empleador, gobierno, escuela, etcétera, puede verificar a golpe de clic que las calificaciones que presenta una persona son reales, le pertenecen a él o a ella y que fueron emitidas por la entidad correcta. Esto, aunque puede parecer algo menor, es crucial en una economía centrada en las personas. Hoy en día, las personas capacitadas que se trasladan de una universidad a otra, de un ministerio gubernamental a otro, de un país a otro, a menudo tienen que empezar de cero o no pueden progresar porque no pueden verificar su experiencia y calificaciones en su nuevo lugar de residencia, lo que supone un desperdicio enorme de capital humano y un freno para la economía global.

 

Blockchain para acreditar habilidades

En el sector social hay, sin duda, numerosos problemas que son realmente caros y difíciles de resolver. Sin embargo, para los gobiernos (especialmente para aquellos que deben tomar decisiones difíciles sobre cómo y dónde asignar los fondos), la utilización de blockchain para acreditar habilidades ofrece resultados a corto plazo. Además, ya hay soluciones que están en marcha. Es el caso de los blockcerts, un estándar abierto (desarrollado por el MIT y Learning Machine) que se está utilizando en países como la República de Malta (y pronto en Bahamas). Para los nativos digitales, recibir credenciales digitales que ellos puedan gestionar y compartir es algo obvio. Su única pregunta (en palabras del ministro de Educación y Empleo de Malta, Evarist Bartolo) es: “¿Cómo es posible que esto no sea así todavía?”.

Así que, para que los países puedan prepararse para un futuro marcado por la creciente automatización, los rápidos cambios tecnológicos y en el que las habilidades de las personas tendrán un mayor valor, una de las mejores medidas será proveer a las personas, a lo largo de su vida, de credenciales de aprendizaje verificables de forma instantánea. Así es como se construye una nueva economía, en la que la confianza es más importante que nunca.

Por Marcelo Cabról

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