Flavia Milano
Cuando hablamos de economía colaborativa, casi inmediatamente pensamos en empresas tecnológicas que han revolucionado industrias enteras. En efecto, la economía colaborativa abarca diversos modelos de intercambio de recursos a bajo costo de coordinación que plantean nuevas formas de rentabilidad. Los usuarios ofrecen y demandan bienes y servicios, comparten recursos, sus datos nutren la gran masa de datos que también los alimenta a ellos. Podemos comenzar nuestras vacaciones solicitando un Uber para que nos lleve desde el aeropuerto hasta el departamento que alquilamos a través de Airbnb.
La idea de colaboración no es pues novedosa. Lo que sí es novedoso es diseñar y ejecutar proyectos con acercamientos hacia soluciones “win-win” o ganar-ganar para todos. En los últimos años y gracias al flujo de información que llega con el uso de nuevas tecnologías, el conocimiento también se alcanza con mayor facilidad y a menor costo. Este esquema de trabajo colaborativo promueve una participación ciudadana más preparada.
Otro esquema se da cuando el conocimiento de pobladores autóctonos aporta insumos determinantes en el diseño y ejecución de iniciativas y operaciones. En este sentido, la colaboración es más que el intercambio de información o de diálogos, pues involucra la transferencia de conocimientos técnicos y territoriales que no necesariamente están vinculados a un proyecto principal.
Con esto en mente, hemos monitoreado y aprendido de muchos casos de gobiernos locales, de organizaciones de desarrollo arraigadas en un territorio y también de empresas, con un modelo donde todos ganan. Un buen ejemplo de implementación de colaboración es el que encontramos en la Agencia de Desarrollo de Puerto San Julián, en Argentina.
Esta localidad, en la costa de la provincia de Santa Cruz, es el área de influencia primaria del yacimiento de oro y plata Cerro Vanguardia. Al inicio de las operaciones en la mina, hacia fines de la década de 1990, la tradicional actividad de cría de ganado ovino se encontraba en crisis por la desertificación del suelo y la caída del precio internacional de la lana. En 2004, la empresa propuso la creación de una Agencia de Desarrollo de representación pública, privada y comunitaria para diversificar y potenciar la economía lugareña.
Durante dos años se llevó adelante un proceso de información y diálogo sobre las características de la Agencia, y en 2006 se realizaron foros y talleres con todos los actores sociales.
Los talleres derivaron en la presentación, en 2008, del Plan Participativo de Desarrollo Sustentable, con un horizonte temporal al 2020. En 2010 se estableció un aporte anual de la empresa, basado en sus utilidades, que sirve hasta hoy como estructura de apoyo al funcionamiento de la Agencia y la implementación del Plan. Así, la comunidad quedó asociada al desempeño de la empresa.
Esta y otras buenas prácticas de participación ciudadana con gobiernos, sector privado y sociedad civil son replicables. Por esto decidimos compilarlas en nuestra plataforma georreferenciada única donde se puede encontrar publicaciones, material de consulta, foros especializados y oportunidades de capacitación para evidenciar la oportunidades de colaboración que están ocurriendo entre gobiernos, sociedad civil y sector privado en América Latina y el Caribe.
Flavia Milano
Experta en temas de estrategia y políticas de participación ciudadana. Abogada J.D. con Maestría en Desarrollo y Reducción de Pobreza, especializada en Negocios y Derechos Humanos y certificada en Liderazgo Público de la Universidad de Harvard. Se desempeña como Asesora del Vicepresidente de Países del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en temas de participación ciudadana.
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